La crítica ha abordado este tema llegando a distintas conclusiones y argumentando en contra de esta idea, entre otras razones, la pobreza de Cervantes, que le habría impedido tener una colección propia, habiéndose nutrido para sus lecturas de libros prestados o incluso de los pertenecientes a sus libreros, Francisco de Robles y Juan de Villarroel. Pero la pobreza del autor cada vez se considera más un mito romántico, creado por los primeros biógrafos de Cervantes en el siglo XVIII y especialmente de Vicente de los Ríos, que se transmitió posteriormente sin apenas cuestionaMiguel de Cerse.
Otras son las conclusiones que pueden sacarse actualmente y en ese sentido apuntan estudios como los de Daniel Eisenberg, que tras demostrar que existen razones objetivas para pensar que Cervantes poseía una biblioteca, llega más allá e insinúa que no solo leía sus libros sino que actuaba como un auténtico coleccionista. Que su pobreza no fuera tan extrema, que contara con amigos, literatos o libreros, que pudieran haberle regalado libros, que los libros no fueran tan caros como se piensa o que recibiera dinero de los nobles que le protegían, como el conde de Lemos o el duque de Béjar, permite suponer que tenía su propia colección y que la trataba, además, como un experto en libros. Así se deduce de las descripciones que hace de ellos en sus obras, en las que demuestra su conocimiento de aspectos como la encuadernación, el tipo de escritura, el tamaño o el proceso de impresión y los valora como objetos materiales desde el punto de vista de un coleccionista.