Edificio del Paseo de Colom donde se cree vivió Cervantes durante su estancia en Barcelona
Biblioteca Nacional de España: INVENT/48449
Desde Barcelona partió el conde de Lemos para ocupar su puesto de virrey de Nápoles en 1610. Dado que había formado una corte literaria, que controlaban los hermanos Argensola, se ha supuesto que viajaría a la ciudad condal con la intención de formar parte de tan exclusivo y demandado séquito. También lo intentaron Góngora o Cristóbal Suárez de Figueroa, con idéntico fracaso. Pero esta visita, de la que no hay ningún testimonio documental, no deja de ser una hipótesis por más que la tradición haya localizado en el paseo de Colom la casa donde pudo vivir.
Lo cierto es que Don Quijote y Sancho sí que llegaron a Barcelona, evitando las justas caballerescas de Zaragoza que había anunciado Cervantes al final de la primera parte y en las que había participado el falso Quijote de Alonso Fernández de Avellaneda... y allí, como tanto otros que llegaran a la ciudad, no pudieron dejar de sorprenderse del mar, de su puerto, de las galeras que allí se encontraban fondeadas:
Tendieron don Quijote y Sancho la vista por todas partes: vieron el mar, hasta entonces d'ellos no visto, parecioles espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera, que en la Mancha habían visto; vieron las galeras que estaban en la playa, las cuales, abatiendo las tiendas, se descubrieron llenas de flámulas y gallardetes, que tremolaban al viento y besaban ybarrían elagua;dentro sonaban clarines, trompetas y chirimías, que cerca y lejos llenaban el aire de suaves y belicosos acentos. Comenzaron a moverse y a hacer modo de escaramuza por las sosegadas aguas, correspondiéndoles casi al mismo modo infinitos caballeros que de la ciudad sobre hermosos caballos y con vistosas libreas salían. Los soldados de las galeras disparaban infinita artillería, a quien respondían los que estaban en las murallas y fuertes de la ciudad, y la artillería gruesa con espantoso estruendo rompía los vientos, a quien respondían los cañones de crujía de las galeras. El mar alegre, la tierra jocunda, el aire claro, sólo tal vezturbio del humo de la artillería,parece que iba infundiendo y engendrando gusto súbito en todas las gentes. No podía imaginar Sancho cómo pudiesen tener tantos pies aquellos bultos que por el mar se movían.
(Quijote, 11, cap. 61)